Usted
Almudena Guzmán
Por Concha Badía
Madrid, Hiperión, 1986. 5ª ed., 2005
Usted ya ha cumplido los 35, pero su rostro guarda todos los siglos y edades, como si el tiempo no quisiera agrietarle la piel, lo hubiera hecho con merecido respeto o tal vez le permitiera vivir en un continuo presente, a la manera de una hipnótica espiral que siempre llevara a su presencia. Y es que este poemario, que convirtió a su autora en finalista del primer Premio de Poesía Hiperión con tan solo 22 años, estaba llamado a marcar un hito en el verso femenino: porque sí, tal vez volver sobre un tema eterno como es el amor podía no ser nada nuevo, pero el tono con el que era abordado, imbuido de realidad, atrevimiento y finísima ironía iba a suponer una revolución en la manera de escribir y leer poesía escrita por mujeres.
La obra cuenta un romance que invierte los términos del amor cortés y va a dar en una narración fragmentada en poemas breves, instantáneas de momentos cotidianos a través de las que asistimos con un cierto y alegre descaro a la busca y captura amorosa de un profesor –Usted- por parte de su alumna, narradora de los hechos con una frescura e ingenio que desde los primeros versos seducen la mirada, a medias entre el asombro y la cosquilla: Usted se inmiscuye en mi bufanda/ desde una aura blanquísima que me reverbera los labios. / No me muevo,/ no fumo/ —quizá a su silencio le moleste esa arruga en la nieve—;/ y solo cuando marcha me doy cuenta/ de que he estado aguantándome el pis todo el rato. Así los poemas se van desplegando, sugerentes y fascinantes, uno tras otro hasta trazar la silueta del planteamiento, nudo y previsible desenlace de una relación aderezada de erotismo y humor en la que los lugares comunes son revisitados con una luz rejuvenecida y novedosa, celebratoria y dulce, libre y espontánea como el momento histórico –el ecuador de los años ochenta- en el que fueron escritos.
La trayectoria poética de esta autora, que según sus propias palabras no se atiene a ningún molde formal ni temático establecido, no había hecho más que empezar, o casi, dado que ya contaba en su haber con dos libros de juventud: Poemas de Lida Sal (1981) y La playa del olvido (1984), obras en torno al amor que hacían prever el apego hacia este tema. No obstante, Guzmán supo alejarse del cliché romántico de poetisa (o, por favor, poeta) tanto en sus inicios como por supuesto en Usted y en las obras siguientes, El libro de Tamar (1989) y Calendario (1998), en las que el desencanto comienza a filtrarse en las historias narradas; un desengaño que, en palabras de Claudio Rodríguez, no vendría a significar desamor, sino afirmación y reconocimiento. Con la misma naturalidad con la que el paso del tiempo va llenando de cicatrices el recuerdo, la voz de la autora se irá poblando de batallas perdidas, puertas entreabiertas, claroscuros y anhelos de lo pasado, y así se irá haciendo más clara, más decidida, determinada ya a encarnar las famosas palabras de Kierkegaard: La vida solo puede ser comprendida hacia atrás, pero únicamente puede ser vivida hacia delante. El príncipe rojo (2006) y Zonas comunes (2011) darán el giro ya intuido en las obras previas: el amor abre las manos y transciende el ámbito de la pareja para señalar las injusticias, el dolor permanente de un mundo en lucha en el que la ética de la dignidad personal será el único refugio seguro a los embates de la locura social.
Partiendo de un sólido conocimiento teórico y práctico de la tradición literaria por parte de Guzmán, tanto Usted como el resto de sus obras (recogidas en la compilación El jardín y la noche realizada por Visor en 2012) suponen un despliegue de la cartografía de una mirada íntima sobre el mundo expresada, como ella apunta, en un lenguaje visible para todos; y es ese lenguaje hecho a retazos, como lo son las conversaciones, las vivencias diarias y casi que hasta los recuerdos (a veces me pregunto en qué árbol del parque me enganché la niñez, dice la protagonista) el mejor cómplice en la tarea de fascinar al lector en la agilidad y desparpajo que destilan los poemas. Todo en ellos, desde el descocado erotismo propio de la juventud hasta el hastío de las tardes de domingo en soledad o incluso un trivial arrebato de celos, es presentado con una desenfadada ironía que conduce a la sonrisa
Señor,
si usted sabe
que yo ahora estoy celosa
por lo que me ha dicho,
tenga al menos el detalle de no hacérmelo notar durante
la cena
(Nunca en mi vida enrollé espaguetis con tanto odio.)
…sin que ello suponga una merma en la admirable calidad de los poemas. Porque Almudena Guzmán conoce bien a los clásicos (el tema de su tesis doctoral fue la poesía de Quevedo) y maneja sus ecos con soltura, y visita la jerarquía sentimental del amor cortés para volverla del revés y después del derecho en un juego de pares en el que también aparecen ecos –entre otros muchos- de Neruda y su poema “Farewell” (yo siempre estoy triste), del virtuosismo sintáctico de la poesía del Siglo de Oro (muy especialmente la metáfora gongorina), Petrarca y la lírica cancioneril, y la cuidada estetización de la realidad en el verso que por aquel entonces se practicaba bajo el manto de “La otra sentimentalidad”, tendencia que poco más tarde sería renombrada como “Poesía de la experiencia”.
Hablar de la obra de esta autora tal vez siempre será hablar del amor y sus vestidos (y, muy obedientemente, de Usted), pero también de coherencia. No estamos ante una voz prolífica ni interesada por la autoexpresión -a estas alturas sus lectores sabemos que solo escribe cuando tiene algo que decir-, de ahí que sus poemas sean siempre contundentes y limpios, como brillantes islotes (así se definía ella misma, como un islote que nadie sabe muy bien en qué corriente poética ubicar), compactas piezas de vida arrojadas al mar del tiempo capaces de dar cobijo a náufragos y sirenas, espejos rotos y sueños vencidos; hogar tal vez del desencanto, pero nunca eclipse sin sangre de luz.
