Arborescente
Nieves Chillón
Por Almudena Rubio
Valencia, Pre-Textos, 2020
XXXVII Premio Juan Gil-Albert
XXVII Premio Andalucía de la Crítica
Habituados como estamos todavía a que el arte en general y la poesía en particular presenten los cuerpos de las mujeres desde la contemplación o desde el erotismo propio o ajeno, cuando una voz explora y transmite experiencias carnales más crudas y complejas, el impacto es poderoso. «Mi cuerpo es hueco pero late / dentro de él un animal», dice esa voz sobre su embarazo. «Ya no sangro le reservo todo lo rojo / y ensancho su encierro con lentitud».
Sin embargo, la abundancia y viveza de las imágenes en torno al vínculo madre-hijo no debe llevarnos a reducir Arborescente a un poemario sobre la maternidad. En Arborescente, la maternidad no es un tema, es un punto de vista desde el que se interpretan los problemas de nuestro mundo y de la propia existencia, un modo de abarcar la humanidad y la tierra en ese todo intercomunicado que hace que el niño cuyo cadáver se encontró congelado en las montañas de la frontera siria sea también hijo nuestro, pero no como concepto o como metáfora, sino como experiencia: «amor pequeño corazón mío / ya somos casi nieve».
El propio título –un adjetivo verbal, una forma activa–, recoge el simbolismo clásico del árbol y lo despoja del estatismo y la esencialización. Arborescente es la condición del ser vivo. La genealogía, concebida más como red que como sucesión, se hace origen y destino. Sus hilos cambiantes se crean, se ovillan, se despliegan y se rompen sin cesar. La vida fluye a través de huesos, venas, tendones, sangre y leche, cuya materialidad abrumadora acaba necesariamente trascendiendo y ocupando el lugar de un Dios ausente o muerto: «¿sabes que esto que ahora hacemos se llama rezar / porque nadie contesta?».
Esa idea de movimiento, de tránsito, está presente también en las tres partes del libro, que la propia autora llama «rutas»: «Ruta a través de las montañas», «Ruta de la poeta-animal en el bosque de la sangre y las genealogías» y «Ruta marítima de la poeta-náufrago». Tres recorridos por distintos paisajes que se convierten en actores también arborescentes y que se entrecruzan como raíces y ramas vivas, atravesando los cuerpos y el mundo: «el oleaje suena como ramas de olivo / el mismo rumor / idéntico entrechocar de luces».
Nieves Chillón escribe –y nosotros la leemos– como medio de canalizar la indignación ante el sufrimiento, la injusticia y el olvido. Impotencia no significa indiferencia y la poesía, su poesía, además de alimento para paladares inquietos, es sobre todo un arma y una forma de lucha.
